Los estrenos son confusos, apocalípticos, espitosos,
divertidos, enérgicos, nerviosos y sobre todo raros, muy raros . Pero ayer,
además fue un estreno con retrasos y tardanzas. Diez minutos esperaron Epi y
Blas en sus camitas, pues la celebración por la festividad de la Virgen del Carmen pasaba
por la puerta del teatro. Cornetas, tambores, alientos y fervor entraban por
las puertas de la Sala. No pasa nada, esto es Sevilla. Podemos actuar,
encendemos un incienso, rezamos dos avemarías y adelante. Pero no, el problema no era compartir el
espacio sonoro con toda una orquesta municipal, no. El problema era que la
calle estaba bloqueada y unos cuantos espectadores (entre ellos nuestra
fotógrafa Rocío Díaz), estaban atrapados en algún lugar del entramado callejero
sevillano.
Así que retrasamos unos minutos el comienzo y con más sudor de la cuenta
(Epi y Blas estaban tapados con sus mantitas),
arrancó el estreno. Risas, aplausos, vítores… Y sobre todo, un lleno totalmente
arropados por amigos, seguidores, espectadores, novias, novios, bailarines,
directores, técnicos, funambulistas, cuentacuentos, dentistas, libreros, camareros y la portera de
Beckett. Así da gusto.
Hoy tenemos la segunda función, la temida segunda función, pero eso aún no ha sucedido.
Por cierto, ¿la Virgen del Carmen no es la patrona de los marineros?
¿Ha sido conquistada Matalascañas por
Sevilla? ¿O quizás, Isla Cristina? No sé, como Sevilla tenga mar y lleve más de
diez años por aquí sin verlo me voy a enfadar.
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